domingo, 16 de diciembre de 2012

Lágrimas de ausencia.

¡Oh! dulces pensamientos,
cuán triste el pecho os llora.
Corred donde él vive,
y ami adorado hermoso,
llevadle mi cariño,
para que no este solo.
¡Ay! cuánto, cuánto aprietan 
las penas que me ahogan.
También yo sola y triste,
y en mil pedazos rota,
siento cautiva mi alma,
de una pena muy honda.
Qué dulce es el recuerdo
de aquel niño hermoso.
Tiene los ojos grises,
y en su cara de rosa,
brillan como entre flores,
las perlas de su boca,
pues es un jardín su cara
de nardos y de rosas.
Es sencillo y humilde,
es esbelto y gracioso,
más que un hombre, es un ángel,
parece la gloria.
Ya ves, dolor, si es fuerza,
que lleve a todas horas,
las dulces esperanzas
que siento ya tan hondas.
Mis ojos no han dormido,
cuando los cierro, todas,
todas las noches sueñan,
como su recuerdo y lloran.
Tristes pesares míos,
volad, volad ahora,
llevadle mi cariño,
para que no esté solo,
para que no esté triste,
para que aquel hermoso,
no sienta, como sufro
las penas que me ahogan.
No le digáis, pesares,
aunque él lo no lo ignora,
que locas van creciendo,
como en el mar las olas,
como destruye el fuego
las mieses que devora,
estas tristezas mías,
que fuertes se amontonan,
y dentro de mi pecho,
 van ¡ay! a todas horas.
No le digáis pesares,
que es mi pena tan honda;
no le digáis que sufro,
pues si lo sabes, llora.

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